Las siguientes reflexiones son mi respuesta a la pregunta: ¿Qué es lo que a mí me hubiera gustado que me hubieran explicado mis profesores preuniversarios?
¿Qué tiene que ver el mundo de la educación con la realidad adulta?
La educación implica el responsabilizarse del mundo que hemos hecho entre todos, y con eso tiene que ver la autoridad.
El mundo en el que os va a tocar luchar no es fácil. Es un mundo que se tambalea en sus cimientos. Pero a diferencia de otras épocas, no hay ninguna alternativa teórica. Después del posmodernismo vino la deconstrucción y después la filosofía líquida. Y ahora el silencio más absoluto y vergonzoso escondido bajo simplistas gritos de guerra ya muy conocidos por los que tenemos algunos años. No hace falta que lo entendáis, sólo quedaros con los nombres.
Quizás ha llegado el momento de no mirar tanto al futuro como al pasado. Para no repetir errores.
Hemos perdido la autoridad en la medida en que ya no creemos en la tradición.
Solventar la falta de autoridad por medio de la fuerza es lo mismo que querer hacer desaparecer el conflicto a martillazos (y en este caso la metáfora es muy débil).
LIBRO DE
INSTRUCCIONES
¿Cómo se fabrica un
tirano?
- Désele al niño todo lo que desee, porque es nuestra obligación y porque no distinguimos demasiado bien entre deseo y necesidad.
- Háganse todas las cosas por él, porque será más fácil para
nosotros hacerlas que hacérselas hacer.
- Digámosle lo excelente que es en vez de darle un abrazo de vez en
cuando.
- Evítesele cualquier conflicto con la realidad porque no creemos
que lo pueda afrontar por él mismo. Evitemos la frustración como el peor de los demonios.
- Hagámosle grandes regalos en vez de perder el tiempo con él porque hemos aprendido la avaricia del tiempo y la agonía de la prisa y a él también se lo haremos aprender, pero sin decirle para qué.
- Asúmanse todos sus conflictos y sus guerras. No le dejemos crecer.
- Comprémosle todos los caprichos en vez de escucharlo.
- Seamos su intermediario con el mundo, no le dejemos que se
relacione directamente. Consideramos que el mundo es un lugar demasiado
inhóspito para que él pueda defenderse solo.
Pero los niños crecen. Y nosotros no siempre le podremos dar lo que necesita, ni prohibirle lo que lo enferma.
No lo podremos hacer todo por él, y sin embargo él no sabrá hacer nada porque no le hemos enseñado. Teníamos prisa.
Huirá ante el primer conflicto creyendo tener un colchón que ya no tiene.
En su fuero interior se preocupará sólo de él, que bastante faena tiene con sobrevivir como para preocuparse por el mundo.
De puertas afuera sabrá que hay que cambiar el mundo, pero no sabrá cómo ni en qué dirección.
Sabrá que hay que ser radical, pero no sabrá qué es lo que hay que defender radicalmente.
Sabrá quiénes son los malos, pero no encontrará a los buenos.
Querrá luchar porque la lucha le suena a heroicidad, pero le aburrirá la disciplina.
Será crítico con los fantasmas, pero no con la realidad porque no la conoce.
Y algún día que a él le suena muy muy lejano, tendrá hijos, porque eso es lo que le pide la disciplina del consumo ya en sus últimos estertores. Y los tendrá, aun pagando carísimos programas de fertilidad. Y entonces no sabrá qué tienen que ver con él.
Y por todo lo recién mencionado nunca podrá decirle a sus hijos ni a sus alumnos: MIRAD, ESTE ES EL MUNDO QUE, CON NUESTRO AMOR, ENTRE TODOS HEMOS SABIDO CONSTRUIR Y DE ÉL SOMOS RESPONSABLES ANTE VOSOTROS. AHORA ES VUESTRO TURNO.
Destruir es fácil. La guerra destruye y el resentimiento la siembra. Pero nada se construye si no es por amor y el amor debe saber vivir y brillar en el conflicto, pues no hay otro medio entre la humanidad real. Frustraos, por favor, frustraos. Frustraos sin perder la sonrisa, pues es signo de que estáis creciendo.